mércores, 29 de xuño de 2022

A FEIRA DAS CEREIXAS DE PAIOSACO DO ANO 1962

 Nas Crónicas da Laracha desta semana, coincidindo coa celebración da popular Feira das Cereixas de Paiosaco, declarada Festa de interese Turístico de Galicia, compartimos con todas e todos vós un artigo da escritora ourensá Dora Vázquez no que describe a Feira das Cereixas do ano 1962.

Feira de Paiosaco anos 60-70 (Estudio Arte Fotografía, da Coruña)

    Dora Vázquez naceu en Ourense o 21 de agosto de 1913. Os seus primeiros estudos foron na Coruña, onde viviu desde os seis ata os trece anos polo destino de seu pai, que era funcionario de Correos. Fíxose mestra nacional e exerceu en Teimende (Ourense) 18 anos. Logo a súa profesión achegouna ata a nosa bisbarra, a Larín concretamente, onde tamén imparte clases o seu marido Antonio Rodriguez, el na unitaria de nenos e ela na de nenas.

   Dora Vázquez ía exercer de mestra en Larín durante 15 anos. A escola unitaria de nenas estaba no lugar de Mirón, nun local que era propiedade de Maripepa da Estanqueira, muller que, na figura de Marixuana, convertiríase na protagonista da novela "Bergantiñá" da autoría de Dora Vázquez… porque Dora, ademais de mestra, era unha muller cun enorme potencial artístico.

 

Dora Vázquez na escola unitaria de nenas de Larín

   Escritora de poesía, teatro e narrativa fundamentalmente en galego pero con obra tamén en castelán, ten colaborado con diversidade de artigos en medios como “Vida Gallega”, “Faro de Vigo”, “El Ideal Gallego”, “La Voz de Galicia”, “La Región” ou “La Noche”, que foi o diario no que en 1962 publicou o artigo que hoxe compartimos nesta bitácora. Dora Vázquez faleceu en Ourense o 23 de setembro do 2010.

 

En la Feria de la Cerezas

Por Dora Vázquez

 

   Tan sólo una vez estuve en la Feria de las Cerezas. De esto hace ya unos 7 años. Mas la primavera pasada resolví acercarme hasta allá. Es la Feria típica, anual, que se celebra en esta comarca entre Larín y Laracha. Su renombre atrae gran número de gentes de pueblos de la redonda y aún de la capital coruñesa, como si de romería se tratara, puesto que no falta tampoco la orquesta para la noche, con la salvedad de de aquí el “santo” son las cerezas; de ahí el título de esta Feria.

  Payosaco resplandece. Vehículos de toda clase, incluso los trolebuses de dos pisos importados para la línea de La Coruña a Carballo. Un sol risueño, veraniego; paseos espléndidos, juveniles, atracciones diversas, tiendas, puestos de frutos y de frutas, sobre todo, cerezas, muchísimas cerezas, ofreciéndose en “paxes” repletos, engolosinando los ojos con su roja frescura; y, saltando en la enumeración de cosas, gran cantidad de familias forasteras sobre el campo formando corrillos, entregadas al placer de saborear las últimas de la pasada primavera.

  Sorteando los atascamientos del gentío, lo recorro todo. Espectáculos de atracciones forman parte tradicional de esta feria y de su importancia. Me encamino a los recintos del bullicio, guiadas por las canciones de los altavoces. Quiero emplear mi óbolo en la tómbola. Triángulos de papel verde, que invitan a la esperanza con su color, contienen las suertes. Abro las mías:

   -¿No le ha tocado? ¡Vuelva a jugar!”

  ¡Consoladora invitación! La acepto, para obtener de nuevo el mismo consuelo e idéntica oportunidad.

   Voy en dirección a la ratita. Están, precisamente, con las últimas rifas. Las cojo, ante la inminencia del sorteo. Lo que más me desazona en el juego de las tómbolas y similares, es la espera; más aquí, no hay espera alguna. Ya está el conejillo de indias (alias “la ratita”) dispuesto. Mentalmente, le envío la recomendación de mis números, telepatía que no surte efecto. Me alejo, ¿Más tómbolas? No, hoy se me baraja mal la suerte.

  Sesión de tiro. Serpentinas, de las que penden caramelos y secciones de cuadrillos que contienen grandes bolas de colores endulzadas. Hay aficionados, ¡ya lo creo! He aquí uno que no da ninguna, y otro que las acierta todas, mermando mercancía al propietario ¿Será cazador? Se lo pregunto. Dice que si, que es gran amante de la cinegética. De esta forma, a dos pasos, ¿que extraño…?

   Un título impresionante: “Los machotes se ven aquí”. Se ostenta en un artefacto de hierro vertical. En efecto, aparece un “machote”. Maneja un gran mazo contra una cuña que impulsa, al golpe, una bola de hierro hacia arriba por unos carriles. En la cima está, con la explosión, el éxito. Pero este “machote” no lo logra, decepcionando a la concurrencia.

   -”Con lo facilito que debe ser”, dicen unas rapacitas ingenuamente.

   También voladoras, con atractivos y concurrencia. Sus leyendas -las de los vapores- son de propaganda altamente sugestiva. Por la más insignificante cantidad se puede viajar a La Coruña en barco, o a Pontevedra, “corriendo”; a Orense, “de prisa”; a Lugo, “por aire”. O bien, con más dosis de imaginación, a contemplar la Cibeles o la Mezquita de Córdoba; o también ir a la China y al Japón…

   Más atracciones para los “machotes”. “A Dios rogando y con el mazo dando. Todos deben probar su fuerza”, pero no es mazo lo que emplea sino un avión. Lo empuña hacia atrás, imprimiéndole luego un fuerte impulso. Explosión. Enhorabuena al forzudo.

  ¿Hay aficionados al fútbol de atracción? El balón espera el pie que le empuje directamente al gol. Premios: por un gol, un puro; por dos, una faria; por tres un habano, y subiendo siempre. Mas, por ahora, el balón está solo. Mala época para este estadio.

  ¡El circo! Gran lleno, por cierto. Tiene su equilibrista-malabarista, y su payaso, el “bailaor” con guitarra y castañuelas, con su taconeo y su ¡olé! y su todo.

   Churros, calentitos, olorosos, apetitosos. Es preciso nutrir tanta ilusión. Descanso… Mas, aquí viene el pajarito de la suerte. Recuerdo otra ocasión en que se había despistado conmigo. “Señorita”, decía la cartita que su pico me había elegido. Naturalmente, no era para mi. Por tal motivo, recibo la misiva un poco escéptica. Pero ahora, si es para mi misma: “Señora: soy un pajarito que todo lo adivino...”, etc., etc., ¡Amable pajarillo! No he perdido el tiempo: conozco mi porvenir. Un día seré muy rica, tendré coche y todo, y viajaré hasta tierras lejanas. Tendré una vejez estupenda y sin enfermedades. ¡Dios te oiga, pajarito de la suerte!

   Con tan felices auspicios, tranquilizada respecto a mi futuro, abandono la Feria de las Cerezas, paladeando, con la ilusión del vaticinio, las últimas cerezas de la temporada.

(Artigo publicado en La Noche o 13 de xuño de 1962)

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