Hai uns días a parroquia de Lemaio celebraba as súas tradicionais festas na honra da súa patroa Santa Mariña e, tamén, na honra do Santísimo Sacramento.
Se cadra chegamos un pouco tarde, sabémolo, pero nas Crónicas da Laracha desta semana aproveitamos esta ocasión para elaborar un dos nosos pratos favoritos, unha receita cociñada cos ingredientes que máis gustan nesta bitácora: festa, tradición e historia.
Para buscar o ingrediente principal da receita de hoxe, 31 de xullo de 2025, viaxamos na máquina do tempo ata 1925 para saber como se celebraban as festas de Lemaio hai exactamente un século da man do avogado e xornalista coruñés Enrique María Santos Bugallo (1894-1981).
Colaborador habitual de diversos xornais durante os seus inicios, na segunda metade daqueles anos 20 Santos Bugallo era o redactor xefe da revista Galicia Agraria e, andando no tempo, na década dos 50, ía ser o presidente da Asociación da Prensa da Coruña e director de La Hoja del Lunes.
Nun artigo da súa autoría publicado en El Ideal Gallego tal día coma hoxe hai 100 anos, o 31 de xullo de 1925, o noso protagonista describía diversos aspectos de notable interese sobre a parroquia de Lemaio, verdadeiro tesouriño etnográfico que podedes ler deseguido.
UNA FIESTA EN LEMAYO
Como festejan en el Sindicato a su Patrono
La propaganda es siempre simpática porque el propagandista es por regla general el convencido de la altísima misión que está llamado a desempeñar en la sociedad a donde acude; pero si esta propaganda es realizada en compañía de uno o dos propagandistas más, resulta agradabilísima y con frutos, porque lo que no se le ocurre al uno, se le recuerda al otro y además porque ese sano optimismo de que por fortuna solemos ir animados, es contagioso y siempre fecundo. Ya se dice en nuestra memorable oración: “el pesimismo es contrario a la gracia y a la fe…”
Y a Lemayo acudimos tres: dos seglares y un sacerdote, que por la empinada pendiente de Proame fuimos discurriendo sobre las cuestiones que más interesan a este Sindicato, acompañados de su Junta Directiva, que, obsequiosos, nos habían acudido a esperar.
Lemayo -no se si lo habré dicho hace tres años- es una bonita parroquia del Ayuntamiento de Laracha; es la condición de sus habitantes el ser arrendatarios en su inmensa mayoría y colonos de una sola casa solariega, a las que también tributan otras parroquias del Ayuntamiento. Es parroquia exportadora de trigo y habichuelas principalmente, aparte de sus maderas producto común a toda la comarca.
Aunque a las vísperas del Sacramento en la parroquial no acuden sus feligreses, no debe desanimarnos la circunstancia, como luego vimos: hay que dejar dar suelta a los deseos juveniles, expresados en “muiñeiras” y “agarrados”, hoy día difíciles de “soltar”. Entre el estruendo de las bombas y la brillantez del lucerío, desfila la del ramo, tapada por una elegante colcha que cubre un cesto de viandas que lleva en la cabeza y que solo por los encajes puede ver la luz y evitar… un trompicón. Se escancia vino, se toma torta, queso y otras viandas y al terminar las vísperas salen para su lugar, en la misma en que llegaron.
Antes de acudir a la función nos guía el señor cura por entre pinares frondosos que presentan bellas lejanías, exuberantes valles, lindos caseríos… Y desde una carretera, presenciamos, o admiramos una bellísima marina: la playa de Baldayo, espléndida, grande, bellísima por todos los detalles que la rodean; las islas Sisargas al fondo, pinares que se adentran en el mar, aldeas y lugares que descansan a las orillas de su arena, las velas latinas de estos típicos pescadores de Malpica o Cayón. Mucha luz, mucha belleza; un mar hermosamente azul y unos espectadores… que a poco pierden la misa mayor en la que el ilustre sacerdote-propagandista exhibe ante aquellos sencillos paisanos las bellezas de la Eucaristía, cantando al Amor de los Amores con todos los acentos de su fe, con todas las dotes de su inteligencia, con todo el entusiasmo del enamorado afanoso de conquistar nuevas almas…
Y así desfilan en procesión por el atrio y crucero, todos los labradores que en aquel día lucen sus mejores trajes, para arrastrarlos humildemente al paso del Santísimo Sacramento, que, Señor de todos, bendice aquellos feraces campos, cuando los ecos del villancico resuenan solemnes y se extienden de lugar en lugar, llevando paz y alegría, amor, dulzura…
Panorámica actual da igrexa parroquial de Santa Mariña de Lemaio (Xabier Maceiras)
El Patrono del Sindicato también se festeja con entusiasmo. Muy de mañana las bombas despiertan a todos los vecinos recordando el día. Una música nos obsequia con las típicas dianas -¡faltó la gaita en todos los festejos!- y más tarde, es la que acompaña al compás de un pasodoble, a la bandera del Sindicato, que, rodeada de sus socios, se dirige a la iglesia. También el benemérito sacerdote pone en sus labios otra vez los acentos más sociales, para describirnos, la virtud de la honradez, base de todos los actos del Sindicato, asiento del crédito de sus socios. Y así desfila la enseña sindical con su patrono -San Pedro Telmo- con la de la parroquia, San Antonio, San Roque, San José, la Virgen del Carmen; hombres y mujeres rivalizan en ser portadores de las imágenes.
Las comidas de los Patronos son algo inconmensurable en Galicia. En todas partes se agasaja al pobre estómago más de lo que pide la prudencia de la digestión, así, que, cuando acudimos al mitin los horrores de la digestión casi no nos dejaban hablar: eran muchas las toneladas de cargamento sabroso.
Una espléndida “eira”. Muchos hombres y mujeres, todos tocados con sus más preciadas galas. Sobre bancos, en “balados”, en el suelo, por todos lados, gente. Ya está el primer orador en la rústica tribuna. Le miro al semblante y le compadezco: ¡aquella digestión tan inoportuna!… No importa, se sostiene y canta con todos los acentos de un apóstol, a la asociación, a la disciplina. El segundo soy yo y… paso al tercero que es el sacerdote, modelo en su misión. Habla de abonos, habla de moralidad y en ambos temas acierta, entretiene, satisface. Hemos terminado. Los pies tiemblan en los mozos, las notas en los instrumentos, las miradas en ojos “meigos e feiticeiros” y todos de acuerdo, irrumpen con una muiñeira, que, allá en el castro de Lemayo, suena alegremente inundando de “enxebrismo” nuestros corazones galaicos…
Cuando regresamos de esta excursión, “brilan as estreliñas todas do ceo”. Aún las notas de la romería llegan a nuestros oídos y se esfuman lentamente tras las colinas que nos rodean.
Y hacemos esta consideración: Sindicato que no regatea las pesetas para festejar a su Santo Patrono, sindicato que sabe rezar… Sindicato de fuerte espíritu social. El que ara, el que canta, el que reza…
Enrique M.ª SANTOS.1
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1 El Ideal Gallego, 31 de xullo de 1925, páx 5.
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